"Ven, noche gentil, noche tierna y sombría dame a mi Romeo y, cuando yo muera, córtalo en mil estrellas menudas: lucirá tan hermoso el firmamento que el mundo, enamorado de la noche, dejará de adorar al sol hiriente..."


viernes, 16 de octubre de 2009

Si supieras (memorias de un amor eterno)

Capítulo 3

Hubo un tiempo donde mi peor pesadilla se volvió realidad.
Ella.
Por primera vez en nuestra amistad, una extraña, una intrusa se interpuso; solamente apareció para desborotar la armonía de la relación que tenía con él. 
No eran solo mis celos enfermizos, y mi innegable envidia hacia ella.
Lo estaba perdiendo; otra mujer ocupaba el primer lugar en su lista de prioridades. Había pasado a un segundo plano.

-Ya no me llamás más. 
-Si te llamo, no me digas asi.
-¿Cuándo me llamás? Si estás todo el tiempo hablando con ella... Ya no tenés tiempo para nosotros, para tomarnos un café en el barcito de siempre; para contarme tus historias.
-No seas dramática. Sabés que siempre vas a ser mi mejor amiga, y sabés lo mucho que te necesito.

Patrañas. A los pocos meses ya casi no nos veíamos fuera de la facultad. Y su rostro ya no se iluminaba con el reflejo del sol cada mañana; nuestros días se habían tornado grises y nublados. Si nos veíamos (algo que era muy inusual), era casi por compromiso, para no perder la poca amistad que teníamos. Ésa chica lo había absorbido completamente; llegó, y a los pocos días logró lo que yo no pude hacer en años. Me lo quitó, me lo arrebató, se lo llevó y junto a él, nuestra amistad, que en mi mente prometía ser un amor eterno en algún futuro.

Pero como es usual en adolescentes llenos de miedos y con cruces de distintas emociones, su relación no duró mucho. Ella lo dejó; pero no le dio demasiadas explicaciones. Era evidente que el compromiso la asustó; y él, tan frágil, apenas pudo sobrellevar el dolor.
Volvió conmigo la misma noche del suceso. Y yo, tan ingenua (tan enamorada), no vacilé y lo recibí con los brazos abiertos. 


-No llores -dije, secando sus lágrimas con mi mano.
-A veces quisiera tener la habilidad de volver al pasado y advertirme a mi mismo: "no lo hagas, no te enamores, que terminás sufriendo".
-No siempre se sufre... Un tropezón no es una caída. 
-Pero estoy cansado de tropezar tanto... Y no me digas que no caí, porque en el momento en que le dije "te amo" caí definitivamente en la trampa del amor.


Era extraño verlo llorar. Se sentó y se respaldó contra la pared de mi habitación. Dos años habían pasado entonces desde que lo había visto por primera vez. 
Me acerqué y sin decir otra palabra, lo abracé. No era justo... Si, me había casi abandonado por un amor pasajero que a la vista de cualquiera con dos dedos de frente era obvio que no duraría mucho. Estuvimos varios segundos abrazados... Lo solté y me miró fijo a los ojos.


-¿Es posible que siempre hayas estado ahí para mi, y yo te haya hecho a un lado por una estúpida mujer incapaz de mantener una relación seria?
-Es posible... 
-Te quiero.

Recuerdo que el beso que me dio aquella noche duró pocos segundos y sin embargo, fue eterno. Yo deseaba que así fuera.
Al rato, ambos nos quedamos dormidos.