El salón estaba vacío. Había imaginado ese momento tantas veces, de tantas maneras, en tantos colores, escenarios y momentos distintos. Había inventado miles de maneras para decirle, de una vez, lo que sentía por ella hace ya varios años.
Pero había inventado otras miles excusas para no contarle lo que le pasaba. La luz tenue que entraba por la ventana le indicaba que el día estaba finalizando.
Ya todos habían abandonado el lugar; dejándolos a ellos dos solos. Ella, como siempre, se había quedado a limpiar, tan servicial y única como ella sola. El no quiso dejarla ahi, imaginándose como sería el momento de la confesión, y otra vez
lamentándose por no haberle dicho nada. Y es que no era la primera vez.
Ella era, para describirla en una sola palabra,
ideal.
Durante cinco años habitó, incesantemente, el corazón de aquel chico desolado que ahora se encontraba junto a ella en el mismo salón. No podía dejar de preguntarse qué hacía sola, por qué todavía no había encontrado un hombre que le correspondiera. Y es que era
tan perfecta; tan elegante, tan alegre, divertida, inteligente y hermosa.
Las palabras justas para describirla no había podido encontrarlas en ningún diccionario.
[Cada día que llegaba a su casa, él hacía a un lado todas sus tareas y compromisos y dedicaba al menos una hora a escribirle; escribirle miles de poemas sin nombre, miles de canciones despechadas, miles de cartas sin destinatario, pero todas, todas, inspiradas en ella. Si ella supiera, si tan solo supiera una mínima parte de lo que su sola presencia significaba para él. Si supiera que cada vez que la veía, (sentada siempre en el primer banco; su pelo castaño, algunos mechones cayéndole sobre la frente, sus ojos almendra, sus labios pequeños y rosas) moría por sentarse a su lado, mirarla fijamente interminables minutos, horas, días, y besarla... Quién no muriese por tenerla.]
Los minutos pasaban. Pronto anochecería completamente.
¿Qué hacía él, todavía allí parado? No se explicaba por qué las piernas no le respondían, y por qué sus manos temblaban.
Por su cabeza pasaban miles de recuerdos, historias, memorias. Luego de pensarlo, descartó todas las excusas que quedaban; el año ya concluía y quizá no tendría otra oportunidad de hacerle saber lo que sentía.
Sus pretextos se agotaron. Tomó aire, y caminó hacia ella.
Cada paso le parecía eterno. El viento que entraba por las ventanas volaba su pelo largo y castaño; dejaba al descubierto sus preciosas facciones.
De espaldas, parecía como si ella no hubiese notado su presencia. Tal cual (
él creía) había sucedido los últimos cinco años. Pero un paso antes de rozarla, ella se dio vuelta y le dedicó la más hermosa de las sonrisas (
que, adornada por la luz naranja del atardecer y el viento meciendo sus cabellos, le recordaba a él la sonrisa de una pintura, tan perfecta, tan impetuosa).
Él, ya casi desvanecido y sin fuerzas, la tomó de las manos. Ella no objetó. Lo miró como sabiendo lo que estaba por suceder.
"Te amo"
Ella derramó una lágrima. Si el supiese, cuánto tiempo ella había estado esperando aquél momento. Si él supiese que su único amor durante cinco años fue él, ese chico misterioso del último banco, de cabello rubio y mirada profunda; ojos celestes como el cielo en plena primavera. Si supiese cuántas horas le dedicó sus más hermosas fantasías, sus más lindos sueños. Si supiese cuántas veces se había imaginado a su lado...
No dudo un segundo y lo besó.
Let it be!